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Argentina

Días atrás, asumió el poder en la Argentina Alberto Fernández candidato de las diferentes tendencias del peronismo, en donde el populismo y la ortodoxia se unen dependiendo de las circunstancias. La transmisión de mando, a diferencia de cuatro años atrás, se desarrolló en un ambiente de civilidad que es algo ajeno a la política argentina.


Los discursos del presidente saliente unos días antes de la terminación de su período resaltaron lo positivo de su gobierno sin fustigar a la oposición. El discurso del presidente entrante, siguió la misma pauta, y sus palabras no tuvieron contenidos grotescos en contra del funcionario saliente, sino más bien, reconociendo la difícil situación económica por la que atraviesa el país, el lenguaje fue más bien conciliador haciendo un llamado a la unidad.


La nota discordante la puso las dos veces presidenta de la nación y hoy segunda mandataria que de manera displicente y sin mirarle a los ojos le dio la mano de mala gana al presidente saliente cuando se aprestaba a abandonar el congreso. Se pudo observar un rostro lleno de odio, venganza y revancha que marcará gran parte del tiempo del próximo gobierno.


Concluido los festejos y los abrazos, se comenzaron a conocer por donde apunta el gobierno en varios frentes. Por el lado económico, el nuevo ministro de economía fue claro al manifestar que el 2020 no sería un año de ajustes, sino el inicio de un reordenamiento de la política económica en donde las políticas fiscal y monetaria deberían de actuar coordinadamente.


Además, la política fiscal se deberá orientar hacia los sectores que han quedado rezagados por la crisis, como son los pensionistas y las familias que dependen de las asistencias del gobierno. Para financiar y equilibrar el presupuesto fiscal, la gran variable será la reestructuración de la deuda pública, que tiene como objetivo diferir el pago de intereses, ampliar plazos para disminuir el servicio, con lo que se espera crear un espacio para activar la política fiscal para revertir el estancamiento económico.


En este sentido el nuevo ministro manifestó que se iba a negociar con las diferentes organizaciones que representan a los bonistas para llegar a un acuerdo. Si ese es el camino escogido, es una estrategia equivocada, ya que el gobierno se enfrentará con una diversidad de bonos con diferentes monedas, tasas, cupones y plazos, por lo cual, cada grupo demandará mejores resultados que otros. La estrategia seleccionada por el ministro, hace imposible plantear una fórmula única que satisfaga a los diferentes tenedores. Más aún, de acuerdo a la práctica internacional y a los contratos de deuda, no se pueden otorgar mejores beneficios a unos en detrimento de otros ya que bajo el principio de comparabilidad de tratamiento, se activarían las cláusulas pari-passu.


Por otro lado, ya se anunciaron los incrementos de las retenciones a las exportaciones agrícolas, para fortalecer la reserva y los ingresos fiscales. Además, el ministro fue claro al manifestar que no se utilizará la emisión monetaria para financiar el déficit público y que el objetivo es generar superávits primarios para contener el crecimiento de la deuda. Mientras tanto se mantendrá el cepo cambiario.


Finalmente, el ministro anunció que la rebelde inflación será domada con la implementación de un plan económico integral que solucione los desequilibrios presentes, para llegar a una inflación de un solo dígito. No dijo cuándo se iba a lograr el objetivo, pero reconoció que es una tarea compleja. En los próximos días el gobierno se apresta a enviar al Congreso una ley económica-social que tiene como objetivo orientar la política fiscal hacia lo que menos tienen para reducir la pobreza que ha alcanzado guarismos incompatibles con la estabilidad social.


Esperemos que los resultados sean positivos y que la política argentina no obstruya los esfuerzos del ministro para corregir los desequilibrios macroeconómicos y financieros que Macri y su equipo no pudieron solucionar.

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